Esta semana me corresponde el rol de Crítica una última vez. He de decir que, llegados a este punto, resulta complicado elaborar una entrada de estas características, dada la multitud de temas ya tratados.
Pero por desgracia, este mundo aún cuenta con una desbordante cantidad de aspectos denunciables; y parece que, en lugar de remitir, van en aumento. Realmente parece un chiste de humor negro, principalmente tratándose de países que presumen del término "desarrollado". Deberían plantearse en qué cuestiones alardean de ello.
Sin desviarme mucho más, aunque no es un asunto ciertamente emergente, me ha llamado especialmente la atención la inmensa cantidad de casos de pornografía infantil que han salido ha relucir a lo largo de estas últimas semanas. Lo más escalofriante es que el crimen imputa a individuos-ni siquiera me atrevo a calificarlos como personas- de todo tipo de características: desde miembros socialmente reconocidos hasta menores.
Uno de los principales planteamientos que rondan mi mente ante este tipo de notificaciones es: ¿cómo pueden llevar a cabo, sujetos supuestamente maduros, estas barbaridades? Y, ¿cómo es posible participar de este delito a edades tan tempranas?
La incapacidad de dar una respuesta coherente, y voy a apelar a juicios morales, se basa en que estos individuos no gozan de una mente "sana". Si así fuera, sería imposible reconocer este comportamiento como "racional", o sacar alguna gratificación de ello.
Supongamos- y digo "supongamos" porque, aunque estoy bastante convencida de ello, carezco de una formación profesional para afirmar lo siguiente- que padecen algún tipo de trastorno, ello nos situaría ante un área clínica en la que no tendríamos significativa intervención. Por tanto, apelo a la necesidad de potenciar la actividad preventiva. ¿De qué manera?
Desde mi perspectiva, considero que existe un control muy limitado- y en descenso- en cuanto a la protección de datos, un área en creciente dificultad debido a la libre circulación de contenido que hoy día facilitan las nuevas tecnologías. No obstante, también achaco al desinterés parental que caracteriza a muchas familias. Es vital prevenir desde la infancia, tanto el perfil de víctima como de delincuente; los cuales, en muchas ocasiones son producto de una educación decadente o una indiferencia hacia las actividades realizadas por los hijos, lo que delata el total desconocimiento de éste. Así, considero que es de vital importancia aprender-o en nuestro caso enseñar- a establecer una sana relación entre autoridad y libertad.
En definitiva, considero que existe un elevado número de factores modificables para prevenir este tipo de comportamientos; y en consecuencia, voy a atreverme a acusar a la ineficacia de acción profesional en lugar de al infractor, cuyo pensamiento está muy lejos de equipararse al de un ser humano, caracterizado como "inteligente" y "racional".
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